miércoles, 16 de diciembre de 2009

Colaboración del amigo Scolautti

Carta al Sr. Ministro
de Educación de la
Ciudad de Bs As.
Sr. Abel Posse,
(que jamás leerá…)

Todos leímos, sorprendidos, sus declaraciones. Más aún los que alguna vez recorrimos algunos de sus libros con interés, como me ocurrió en el ensayito que hice para su imaginativa novela Los perros del paraíso en mi primer librito de crítica, Apuntes, allá por 1992. Tras conocer las declaraciones suyas sobre la represión dictatorial, el juicio y castigo y la necesidad de la mano dura en la actualidad, estuve tentado de quitar esas hojas de un tirón. Como la respuesta propia y ajena fue contundente en el rechazo a esas barbaridades del mejor cuño fascista, sólo me cabe adherir a la sensatez que contestó a semejantes disparates. Sensatez que no alcanzó a su jefe Mauricio, pero, claro, no es sensato pedirle al olmo que muestre peras.
Un punto, además de ese abanico irracional, mereció el rock, calificado por usted como “perjudicial y malicioso” para los jóvenes, que viven “envenenados por ese fenómeno”. Injusta y miope, cargada de odios incomprensibles y medievales, su mirada, señor Ministro. El rock fue, desde los sesenta, la última revolución romántica del mundo occidental, y su triunfo a medias o su fracaso a medias (como casi todas las empresas humanas) marcó la cultura y el pensamiento de la última parte del siglo. Además de regalar al mundo algunos de los músicos más brillantes de la música popular (Beatles, Pink Floyd, Hendrix, Led Zeppelín, Zappa, Clapton, The Doors, Mettálica, Queen, tantos más…) también ofreció una perspectiva contracultural decisiva, oponiéndose a un sistema al que percibía injusto, opresor y moralmente hipócrita. Nunca logró cambiar de verdad el mundo, pero dejó planteados los interrogantes que todavía buscan respuestas en el devenir de la historia.
El rock, con idas y vueltas, contradicciones y claroscuros, fue y sigue siendo una expresión de la autenticidad y la experimentación poético-musical, tal como lo representan en nuestro país Spinetta, Soulé, Charly García, Fito Páez, el Indio Solari o Divididos, por nombrar algunos, o del compromiso y la comprensión histórico-social, como se advierte en los casos de León Gieco o Bersuit o en artistas cercanos al rock, como Víctor Heredia o Liliana Herrero.
Ud. es novelista, Sr. Posse, y aunque ahora esté leyendo las memorias de Macri o la biografía de Fino Palacios, seguramente habrá leído el Quijote y recordará el pasaje en el que Sancho le pregunta a su señor si van a la derecha, donde está el río, o a la izquierda, donde hay gente cantando. Don Quijote le dice, sin vacilar, “vamos donde cantan, que donde hay música, hay gente buena”.
Aunque es altamente improbable que lea esta carta, me permito recomendarle diez minutos de Spinetta por día, en ayunas, para que caiga mejor: suele dar resultado. Con él muchos aprendimos algunas de las mejores metáforas sobre la libertad (“todas las hojas son del viento…”). Le vendría bien, Sr. Posse, saber que son del viento…


Sergio G. Colautti